El éxito de una novela romántica: una pareja perfecta.


Una novela romántica debe poseer un ingrediente básico: “una pareja”. Y para que la historia valga la pena, esta debería aspirar a ser “perfecta”. Y no hablo de una perfección en su trato, pues creo que tal cosa no existe, sino en la perfección del diseño de cada personaje.

Las cualidades que indican que una pareja podría mantener una relación exitosa son: atracción física, capacidad de comunicación, respeto, compromiso y afinidad. Pero ¿cómo logramos eso? Expertos como Valeria Sabater, psicóloga y escritora, aseguran que para poder “encontrar la pareja adecuada siempre es necesario que hagamos un ejercicio de autoconocimiento”.

No puedes buscar o hallar a alguien ideal para ti si no te conoces a ti mismo, y conoces aquello que realmente deseas o lo que jamás podrías aceptar.

¿Cómo llevar eso a la literatura? Pues, en este caso, conociendo bien a mis personajes. Definirlos con claridad antes de comenzar a escribir.

Muchas escritoras de novela romántica solo se centran en uno de sus personajes principales. Ya sea en el hombre, porque quieren hacerlo super, super atractivo (tipo Christian Grey o Travis Maddox), o en la mujer, porque tratan de hacerla super, super aguerrida (tipo Bella Swan o Bridget Jones). Pero siempre he creído que un trabajo en conjunto hace un efecto más llamativo.

¿Cómo olvidar esas “parejas perfectas”, como por ejemplo: Romeo y Julieta, o Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy, o tal vez Daisy Devreaux y Alex Markov, incluso Jamie y Claire Fraser?

Y es que para mí el trabajo de uno puede dar un efecto fascinante, pero el de una pareja sería inolvidable. ¿No les parece?

En mis novelas procuro enfocarme en ambos personajes principales. Claro, aún no llego a la calidad que han logrado Shakespeare, Jane Austen, Susan Elizabeth Phillips o Diana Gabaldon, pero intento ir por esos caminos. En el caso de LA MIRADA DEL DRAGÓN y EL DESEO DEL DRAGÓN sé que mi punto fuerte es Iván Sarmiento, el protagonista, sin embargo, traté de no descuidar a Elena Norato, el personaje femenino principal.


Iván, como lo comenté en el post anterior, es un personaje difícil por su personalidad ruda, agresiva y dominante. No podía colocarle una pareja débil, pues sería como poner a un gato frente a un tímido ratón. Tal vez logre hacer que congenien al inicio, pero con el tiempo el más fuerte se impondrá y doblegará al otro.

Elena, a diferencia de Iván, es una chica dulce y agradable, pero, al igual que él, tuvo que pasar por diversas situaciones personales que la obligaron a endurecer sus emociones.


Entró en el viejo Fiat Uno que perteneció a Raúl y lo cerró de un portazo. Apretó con fuerzas los puños y golpeó el volante repetidas veces hasta quedar abatida en el asiento. Se tapó la boca para reprimir un grito capaz de ensordecer a toda una comunidad, e hizo un gran esfuerzo por cohibir las lágrimas de pena. Un dolor amargo le recorrió el pecho.
Pudo confirmar que su hermano había muerto. Ahora tenía total seguridad de que estaba sola y con una inmensa carga sobre sus hombros.

Fragmento de LA MIRADA DEL DRAGÓN.

Recibir constantes golpes de la vida puede dejar secuelas dramáticas en nosotros. Elena, en pocos meses, no solo tuvo que vivir un momento atroz que la lastimó física y mentalmente, sino que se enteró de que toda su existencia había sido orquestada a conveniencia, y que el hombre que la ayudaba a soportar su sufrimiento y escapar de sus miedos, demostrándole que hasta en medio del dolor se podía amar, sería su verdugo. Situación que ella podía superar atreviéndose a tomar un arma para acabarlo antes.

Se volvió una chica casi fría y temeraria, ¿quién no? Y digo “casi” porque algo de su personalidad pasada quedaba ahí, escondida en su interior, y la volvía una mujer insegura y temerosa.


—Disculpe, ¿espera a Jacinto Castañeda?
Los años de experiencia siendo el domador de su propio circo de fieras no prepararon a Iván para ese momento. La fuerza seductora que envolvía la voz de aquella mujer lo dejó mudo por primera vez en su vida y le tocó hasta las fibras nerviosas más distantes de su cuerpo.
Solo pudo asentir con la cabeza mientras la mirada acaramelada de ese exuberante ángel le robaba el corazón.
—Yo también lo busco, el recepcionista me dijo que lo esperara aquí, con usted. ¿Puedo sentarme?
Sus palabras lo hicieron reaccionar, ¿por qué ese hermoso ángel buscaba a Jacinto Castañeda?
No quiso dar riendas a su imaginación para no adelantarse a los hechos. Lo mejor, era esperar.
Giró el rostro a su izquierda y se topó con la infantil torre de cojines que había apilado a su lado. El sillón poseía tres lugares y la torre estaba en medio, no podía dejar que aquellos asquerosos almohadones se interpusieran entre esa chica y él.
Enseguida los apartó hacia la esquina vacía para inhabilitar el asiento. De esa manera la obligaba a sentarse a su lado.
—Seguro, ángel, puedes sentarte aquí.
Con una mano dio seductoras palmadas al sillón y le dedicó una arrebatadora sonrisa. La mujer frunció el ceño y lo observó con recelo.
—E-LE-NA, mi nombre es Elena. No ángel —aclaró la chica, incómoda por el cortejo.
A Iván el corazón le suspiró al escuchar ese nombre, igual al de la hermosa mujer causante de la guerra en Troya. Por una mujer como ella, con esas curvas y esa mirada, estaba dispuesto a mantener una guerra él solo contra cualquier imperio.

Fragmento de LA MIRADA DEL DRAGÓN.

¿Qué puede sorprender a Iván? ¿Una mujer asustadiza que él pueda dominar a su antojo y alimentar su egocentrismo, o una fiera salvaje que le arañe el cuerpo cada vez que lo vea y le grite en la cara sus verdades para evitar que se imponga?

A mi criterio, un hombre como él necesita de alguien firme, que pueda pararle el trote cada vez que él se sobrepase, pero también audaz, para que pueda soportar el ritmo desenfrenado que lleva, y por último, bondadoso, para que lo ayude a recuperar la fe en la humanidad.


Mi premisa en LA MIRADA DEL DRAGÓN era que Iván estaba harto de la vida que llevaba, anhelaba un cambio, pero ¿cómo alguien que poco cree en los seres humanos, por la infinidad de crueldades que ha tenido que soportar, podría alcanzar una reconciliación con el mundo?

Quien esté a su lado debe lograr sacar lo mejor de él, escarbando en la profundidad de su ser. Por eso me preocupé tanto en diseñar a Elena, para hacer de ella algo más que una mujer seductora, y llevarla hasta el punto de ser una amiga y una aliada, alguien que pudiera comprender su situación sin juzgarlo y tenga la valentía de caminar a su lado sabiendo los riesgos que eso conllevaría.


Él sonrió, sin dejar de avanzar entre los sacos de harina apilados en la entrada. Comprendía el cansancio de Elena. Sus hijos habían heredado su efervescencia, la pasión que él solía imprimirle a cada cosa que hacía y esa particularidad de no saber quedarse quieto ni callado en ningún momento. Era un hombre activo, ansioso por tener algo que le distrajera la mente, y sus hijos habían salido exactamente igual a él. Para Elena no era un trabajo fácil tener que convivir con cuatro revoltosos ivanes.
Claro que iría a casa y le daría lo que ella pedía, pero no dejaría pasar la ocasión para amarla como se lo merecía. Desde el día en que la encontró juró que no pasaría un solo día sin que le demostrara lo importante que era para su vida. Elena lo había salvado de la perdición, lo regresó al camino correcto y despertó en él un amor que jamás pensó que podía sentirse por nadie.

Fragmento de EL DESEO DEL DRAGÓN.

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